Los derivados financieros se han democratizado en la gestión de riesgos en los mercados financieros para que, supuestamente, se protejan las empresas y los inversionistas contra fluctuaciones adversas en los precios de activos subyacentes, como divisas, tasas de interés, materias primas y acciones.
Estos derivados son más comunes, por una parte gracias a la proliferación de las plataformas en línea y la simplificación de los procesos de inversión, y por otra parte debido a que las entidades financieras necesitaban líneas nuevas para obtener mejores resultados. Si bien pueden proporcionar a los inversores una mayor flexibilidad y oportunidades de cobertura, también conllevan riesgos sustanciales, especialmente cuando son utilizados por aquellos que pueden tener menos experiencia en los mercados financieros, o incluso que se hagan recomendaciones completamente erróneas como en los casos que los bancos ofrecían derivados para cubrirse de riesgo divisa a empresas, sin que dicha empresa tuviese tanta exposición.
Y es que estos riesgos son mayores cuando la entidad no realiza una correcta comercialización de estos productos. La CNMV señala que uno de los pilares fundamentales para cumplir con las normas que rigen la prestación de servicios de inversión es la transparencia informativa. La entidad debe realizar una evaluación adecuada del perfil de riesgos del inversor e informar si la inversión en derivados es adecuada para sus objetivos financieros y tolerancia al
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