Según la forma en que se canalizan los pagos y se estructuran las contribuciones al sistema de pensiones, podemos diferenciar dos grandes alternativas: de capitalización y de reparto. En la medida en que ambos pueden ser públicos (y no necesariamente identificarse con ningún modelo económico ‘extremo’) no caben las estigmatizaciones habituales del populismo de los diferentes grupos ideológicos.
En realidad, la diferencia fundamental radica en que mientras que en un sistema de pensiones de reparto las cotizaciones de los trabajadores actuales se destinan para pagar las pensiones de los jubilados actuales, en uno de capitalización cada contribución va a parar a una cuenta de ahorro individual. De este modo, en el primero solamente se devenga un derecho a recibir una pensión tras la jubilación, pero en ningún caso se destinan de facto las aportaciones realizadas periódicamente a un fondo donde quedan guardadas para el futuro. En uno de capitalización, sin embargo, sí se aporta una proporción determinada del salario a una ‘hucha’ en la que esos ahorros quedan guardados de forma personalizada. Por tanto, a simple vista podemos comprobar que uno de los modelos, el de reparto, presenta una dependencia considerablemente mayor de la pirámide demográfica que el otro.
CAPITALIZACIÓN: SOSTENIBILIDAD PERO MENOR SUFICIENCIA
Son sistemas de ahorro a largo plazo que están invertidos en una cesta de activos. Los trabajadores realizan aporta
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