Al igual que en el resto de los países desarrollados (especialmente en el seno de la Unión Europea) la implantación de nuevas tecnologías IT (especialmente las de tratamiento en masa de documentación administrativa ), tanto en el sector público como en el privado, ha llegado para quedarse.
Las derivadas sociales y laborales de esta revolución tecnológica han sido percibidas de inmediato: las sucursales de las entidades de crédito (antaño una en cada esquina) han venido cerrando progresivamente. La figura del Director de Oficina se está convirtiendo en una especie en peligro de extinción. No todo ha sido la crisis del ladrillo.
La práctica totalidad de la gestión documental ha sido externalizada: compañías mercantiles (generalmente una gestoría) se ocupan de canalizar todos los trámites paralelos a la concesión, novación o cancelación de un crédito hipotecario: recepción de provisión de fondos, intermediación en la contratación de entidad de tasación, elaboración de ficheros, agenda de firmas, etc).
Los actuales Directores de Oficina se limitan, teóricamente, a mantener las relaciones comerciales , delegando el resto de tareas a centros de tramitación, situados la mayoría fuera del centro de la ciudad.
Lo dicho hasta ahora en modo alguno prejuzga la bondad o maldad de estas medidas de reorganización. Antes al contrario, desde la perspectiva del cliente bancario todo lo que sea perseguir la “agilidad” de los trámites es bienvenido.
No obstan
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