Decepción en el paraíso de la experimentación política: fracasa la semana de cuatro días en Bélgica

Los resultados no son los esperados un año después: sólo el 0,5% de los trabajadores ha optado por esa opción

El año pasado, Bélgica abrió la puerta a la semana laboral de cuatro días. La idea parte de un paquete más amplio para intentar flexibilizar un marco bastante rígido, era una de las aristas en los equilibrios del complicado Gobierno de coalición. Contemplaba la opción, que no la obligación, de concentrar la carga laboral en cuatro jornadas sin que el empleado tenga que renunciar a parte de su sueldo, pero sin que las empresas perdonen tampoco horas.

En realidad, en el país existía ya una buena cultura de teletrabajo, diferentes fórmulas de flexibilidad para los trabajadores que llevan mucho tiempo en una misma empresa, y no es nada inusual que los padres o madres acaben cogiendo un día libre permanente, pues los colegios suelen contemplar una jornada de sólo horario matutino. Pero esto (cuatro días de 9 horas y media o bien trabajar una semana de 45 horas seguida de otra de 31 horas, por ejemplo) era otra cosa, algo que generó enormes expectativas, repercusión y atención en el resto del continente.

Un año después, sin embargo, los resultados no son los esperados: sólo el 0,5% de los trabajadores ha optado por esa opción. “La medida no estaba destinada a aplicarse a todos los empleados, sino a satisfacer las necesidades específicas de algunos de ellos”, dicen a Le Soir desde el gabinete del ministro federal de Empleo

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